Macu Machín narra en «Mujeres en la isla: las otras hijas del Mestre» el papel de las artistas pioneras en la historia cultural de Canarias

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➢ El film se proyecta desde este sábado 23, en el apartado de largometrajes de Canarias Cinema

➢ La cineasta rescata el dinamismo y las inquietudes de figuras como Marisa Padrón, Paquita Mesa, Lola Massieu o Lola Ojeda, y la relevancia de la revista ‘Mujeres en la isla’ en plena dictadura

 

Las Palmas de Gran Canaria, jueves 21 de abril de 2022. La hija del Mestre (Carlos Luis Monzón, Francisco González, 1928) es un pequeño clásico y una pieza fundacional del cine canario: una historia costumbrista en el barrio marinero de San Cristóbal, con alcahueta incluida, que narra la oposición de un padre a que su hija mantenga un romance con un barbero, en vez de con el pescador que él prefiere. Aquella Rosilla, rebelde, encarnada por la actriz María Luisa Padrón, sirvió de inspiración para que Macu Machín arrancará el proceso concluido con el largo documental Mujeres en la isla: las otras hijas del Mestre (España, 2022, 65 min.). Esto es, la segunda pieza de larga duración que se proyecta, a partir de este sábado, 23 de abril, en el apartado Canarias Cinema (Cinesa El Muelle).

En realidad, el papel de Padrón, y su rol como actriz y artista, se vincula con Mujeres en la isla, una publicación que comenzó siendo un suplemento del Diario de Las Palmas en 1953, y que al poco tiempo se convirtió en una revista independiente, con más de un centenar de números publicados hasta 1964. Aquella cabecera fue un pequeño milagro en tiempos de dictadura, en el que la mujer y su proyección como artista encontró un espacio improbable en la escena cultural del momento y el lugar, las Islas.

“En el corto Quemar las naves (2018) ya tiré un poco del hilo de esa actriz. Una artista que no tuvo mucha suerte, como le ocurría en la película”, cuenta la realizadora Macu Machín, también guionista y productora de Mujeres en la isla: las otras hijas del Mestre. “Me interesaba el arquetipo de su personaje. Y a través de la actriz pude ahondar luego en el espacio de mujeres muy interesantes de principios del Siglo XX, que trataban de buscar su camino en unos tiempos duros, especialmente luego, con el franquismo. Y llego hasta la revista Mujeres en la isla”.

Ese fue el recorrido creativo de Machín, que confiesa que “no evito mostrar mi punto de vista. Me interesa una mirada subjetiva, no tanto un documental con una narración omnisciente. También porque soy mujer, y como todas ellas estoy tratando de sacar adelante mis proyectos. Me identifico con ellas, salvando todas las distancias”.

Ellas son Paquita Mesa, Lola Massieu, Pino Ojeda… Mujeres con un nombre propio en la historia de la creatividad y la expresión artística en Canarias. “Hay una etapa con Paquita Mesa, la Sociedad de Amigos del Arte, montajes que preparaban en el Teatro Pérez Galdós súper ambiciosos… Eran jóvenes capaces de querer montar Bodas de Sangre en esa época, lo cual dice mucho, aunque no lo consiguieran. Son pequeñas gestas de ese tipo de personas que piensan que puede cambiar el mundo. Y, de hecho, lo cambiaron”, relata la directora, que se entregó con pasión a una pieza documental que también llena un hueco en el repaso a la historia cultural del Archipiélago.

“Es una película con material de archivo, realizada después de pandemia”, apunta Machín, a la que no frenó en absoluto la coyuntura. Más bien, lo contrario. “Durante el confinamiento pude tener claro cuál iba a ser el diseño de producción de la película. Era un sueño que tenía: trabajar con metraje encontrado, material de archivo que he podido escudriñar. Tengo bastantes piezas últimamente en esa línea. Me fascina. Incluso con mi propio material, que rodé por ejemplo hace quince años, siento esa atracción”.

En realidad, la película “era un proyecto postpandemia, pero ya estaba ahí. Surge como un encargo, de Taller Lírico de Canarias, que ya me había tocado a la puerta para Quemar las naves. Se quedaron muy contentos y querían que siguiera tirando del hilo. El confinamiento, en ese sentido, me facilitó el camino para prepararlo”.

Macu Machín se planteaba “desde el principio, que iba a ser un largo de unos cincuenta o sesenta minutos. Al final me salió de sesenta y cinco”. En esa línea, el film “debía tener desarrollo, porque quería contar varias décadas de cambios, hablar de distintos personajes, con diferentes capas de matices sociales, históricos…”.

La directora también “tenía claro que el montaje lo tenía que hacer yo, porque era en este caso el propio proceso de creación y descubrimiento. Iba a la par con la investigación o la escritura. Es, en su conjunto, un proyecto bastante personal”. Además, “hay un trabajo musical muy interesante de Celia Rivero, disfruté mucho el proceso de compartir la creación con ella”, subraya.

Machín recalca que “siento mucha admiración por todas esas mujeres a las que me he intentado acercar. Con toda su fuerza y sus limitaciones lograron un montón de cosas. Lola, por ejemplo, no tenía filtro, no se callaba e iba siempre hacia adelante con lo que pensaba. Ella misma reconoce que su carrera a lo mejor habría sido diferente con otra actitud. Para mí, Lola siempre fue una inspiración. Una fuerza de la naturaleza”.

Macu Machín es licenciada en Comunicación Audiovisual. Ha estudiado cine en Madrid y guion en la EICTV (Cuba). También realizó el máster de cine documental en la Universidad del Cine (Buenos Aires). Ha trabajado como guionista y realizadora de documentales en Barcelona, Argentina y Canarias para productoras como Mediapro. Como directora, ha firmado los cortos Quemar las naves (2018), Los muertos (2018), El mar inmóvil (2017), Ernesta y Elena (2017) o El imperio de la luz (2016), con el que obtuvo el Premio Richard Leacock en LPA Film Festival.

En los últimos meses ha estado rodando su largo La hojarasca, que en fase de proyecto obtuvo el Premio ISLA MECAS en el Festival de Las Palmas de Gran Canaria de 2018, el Premio del Programa de Aceleración de Proyectos cinematográficos 2018 y el Premio IFIC de asesoría de proyecto en MiradasDoc Market 2017.

“No es muy difícil que hable bien del festival”, apunta la cineasta. “Viví durante diez años en Buenos Aires, y al regresar, sin conocer a nadie de aquí, me propuse hacer una piecita por año. Para mí ha sido súper importante para echar raíces, animarme a hacer cosas de aquí y encontrar una red de amistades. Aparte”, añade, “el festival es un oasis para mí. Nosotros decimos que son nuestras romerías. Ir a las películas, al Mecas, absorber todo lo que uno pueda… También es la puerta al cine que me gusta. Desde aquí, desde tan lejos. Es un salvavidas”.

El Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, organizado por el área de Cultura del Ayuntamiento de la capital grancanaria, a través de Promoción de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, cuenta con ayudas públicas del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) y del programa para la internacionalización de la cultura española, PICE Visitantes, de Acción Cultural Española (AC/E).

Entre los aliados destacados del certamen se encuentran Cinesa El Muelle, Centro Comercial El Muelle, Hotel Cristina by Tigotan, Museo Elder de la Ciencia y la Tecnología o Casa África, espacios que también funcionan como sedes o acogen actividades de la cita cinematográfica; además de otras instituciones y entidades como Sagulpa, Audiovisuales Canarias, Music Library & SFX o el International Bach Festival. Asimismo, su mercado, MECAS, es posible gracias al patrocinio de la Gran Canaria Film Commission-Sociedad de Promoción Económica de Gran Canaria y al apoyo de Canary Islands Film y Proexca.

La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, la Universidad del Atlántico Medio, el Clúster Audiovisual de Canarias, la Asociación de Cineastas de Canarias Microclima, la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) y Repeople son entidades colaboradoras.

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